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sábado, 7 de julio de 2018

Conversación con Rodrigo Cereceda Leins - 6 de julio 2018

Rodrigo tiene 57 años y es el menor de tres hermanos. Su hermana que sigue murió y su hermano mayor es abogado.
Su padre era dentista, no muy feliz con su oficio y de trato más bien violento. Todos en la familia, su madre incluida, aprendieron a comportarse de manera de no irritarlo.
De ahí sale un Rodrigo lacónico, de pocas palabras, como él mismo dice.

De Santiago, estudia primero en el Glasgow School y, desde quinto básico, en el Instituto Nacional.

Rodrigo
Como a los 13 años, su profesor de matemáticas le enseña el sistema numérico binario y cómo los
computadores hacían las operaciones matemáticas internamente. Esto despierta la máxima de sus curiosidades y se pone a indagar.
A los 15 años, solo, ha logrado diseñar el diagrama lógico de cómo fabricar un computador y se dispone a construirlo, pero falla en el financiamiento. Tenía 64 palabras de memoria, me dice.

Reconoce tener el atributo de obsesivo, que le sirvió para avanzar en todo lo anterior. Se transforma al poco andar en un experto en cómo son los computadores por dentro y cómo el software se las arregla para poner en acción toda la tecnología electrónica de circuitos integrados y puertos.

Solo se siente bien, sin dejar de cultivar las relaciones humanas, con una interfaz bastante afable.
Muchas veces sus padres salían, sus hermanos, mucho mayores, no estaban y se lo pasaba leyendo, solo. Y leía mucho, de todo; en verdad, de todo.

Quería estudiar computación. Tuvo que entrar a Ingeniería de la Chile en Blanco con Beauchef. La sufrió, hasta que llegó al ramo de Introducción a la Computación. No iba a clases, solamente daba las pruebas, pues se sabía toda la materia.
Recuerda que tomando uno de los ramos de cálculo, lidiando con las integrales, encontró un libro ruso donde aprendió a resolver las integrales de otra forma y pasó soplado.
Finalmente se cambió a Ingeniería en Ejecución, para dejar de lidiar con ramos como física o química.

Lo que más le gustaba era estudiar sistemas operativos y compiladores.
Contrató por su cuenta un acceso externo al IBM/370 de la universidad, para desarrollar un lenguaje de programación y su compilador.
Empezó a operar como Consultor de usuarios y alumnos en el Centro de Computación de la Universidad de Chile (CEC). Mientras seguía, y siempre siguió, con sus proyectos personales.

Hizo su memoria desarrollando un sistema de procesamiento de datos de la radiación cósmica. Parte de la base con la que su profesor guía, Enrique Cordero, después desarrolló un sistema que también permite predecir terremotos.

Su primer trabajo después de la universidad fue en Dicom, como programador. Le tocó participar en el desarrollo de lo que después sería la base de operación de Sinacofi, para procesar el canje interbancario.
Programaba en assembler, módulos de bajo nivel, que entre otras cosas eran capaces de atrapar las
interrupciones a nivel de sistema operativo y decidir que hacer a continuación. Desarrolló el software básico de comunicaciones sobre el que se basó el resto de la aplicación.
Recuerda haber desarrollado algoritmos de cifrado para las transacciones, cosa que al final no se implementó por el apremio de los plazos comprometidos.

De ahí se fue al Citibank, donde después de seis meses renunció. Trabajó ahí apoyando en los protocolos de comunicaciones usados por los cajeros automáticos y desarrollando los primeros terminales de autoservicio, para entregar cartolas a los clientes y aliviar el trabajo del personal de las sucursales.

Le pregunto por qué andaba haciendo estas cosas. Es bonito, te permite crear cosas, me contesta.

Finalmente se va a trabajar a Sinacofi, bajo la gerencia general de Héctor Mora, a hacerle mejoras al sistema que ayudó a desarrollar desde Dicom.

Siempre hacía cosas aparte, como freelance. Entre ellas disfrutaba el hacer clases, recuerda para IBM y para el Banco Internacional.
Recuerda también trabajos que le hizo, alguna vez a una Viña, que se los pagaron con muchas cajas de vino.

Cuando sale de Sinacofi, nunca más se vuelve a emplear. Siempre operará como freelance, lo que le
permitirá trabajar en la parte entretenida de los proyectos, aprender nuevos lenguajes, y crear en definitiva.

Participa en varios proyectos contratado por la dupla de Carlos Lauterbach y Giovanni Dezerega. Como por ejemplo:

  • Desarrollo de los sistemas del Registro Civil para migrarlos desde computadores Digital a Tandem NonStop.
  • El sistema de remate electrónico de la Bolsa de Comercio.
  • El sistema de venta de bonos para las Isapres, Atesa, operando también en computadores Tandem NonStop.

Y pitutos, muchos pitutos. No creo que sea por eso que sus amigos le dicen Pitufo.

Recuerda haber trabajado para Bellsouth, haciendo la parte de comunicaciones de los sistemas con las
centrales telefónicas.

Por otra parte, Rodrigo, es padre de tres hijas, que tiene con dos parejas y un cuarto hijo.
Ha tenido, dice, muchas parejas.
Hoy está en pareja.
Y tiene otro tanto, de nietos.

No podemos no señalar otras aficiones de Rodrigo; múltiples.
Estudia un año árabe, otro año japonés, un semestre hebreo bíblico y otro semestre griego neotestamentario, lo que le permitió tener otros enfoques del Génesis y del Nuevo Testamento.
Ahora estudia ruso y me dice que está en el nivel A2; algo un poco mejor que básico.
Hace todas estas cosas, por el puro gusto, me dice.

Su hermana, agrónoma, fue viróloga. También le interesa la genética, el ADN, los virus y el cerebro; temas en los que nos desviamos conversando animada y apasionadamente.

Se declara ateo y tiene un diplomado en ciencias de la religión.
Ah, e hizo un curso de pintura iconográfica.

Y termino diciendo, que deambula por el planeta con un grupo de buenos amigos, que se reúnen
frecuentemente, a conversar, comer y tomar. Yo he estado ahí. Son como una familia y lo pasan de lo más bien.

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